!Qué
rancio y castizo aire de claustro tiene esta noble ciudad de Cartagena de
indias ! Parodiando al pensador español que cantó a El Escorial, podría decirse
sin temor a la hipérbole, que Cartagena es la piedra lirica de América. Porque
todo en esta hidalga villa generosa es un canto a la belleza. El paisaje,
suave y sereno, la luz, el aura cargada
de aromas, el atardecer, el amanecer, el día y la noche, todo lleva a decir el
elogio lirico de la ciudad amurallada que hace cuatro siglos duerme su ancho
sueño de piedra al arrullo de un claro mar que abre contra los bastiones el
cofre musical de sus espumas. Todo evoca, además en la ciudad de don Blas de
Lezo el recuerdo de edades abolidas, cuando vivir frente al latigazos de las
olas, era la mas bella aventura del corazón. Cada vez que se llega a cartagena
y se recibe el abrazo duro y viejo de sus murallones amigos, se tiene la
impresión de haber penetrado a un recinto cargado de leyendas y de historias,
dormido entre un espléndido escenario de luces celestes y reflejos marinos que
producen la mas grata sensacion y contagian de una infinita placidez el
espiritu. Nadie que haya pasado por cartagena podría olvidar la emoción
estética que brinda el contacto con este amado rincón de Colombia. El visitante
se sorprende al encontrarse ante un inmenso fortín que recuerda la época
hazañosa de la piratería, cuando los bucaneros tomaban por asalto las
fortalezas y encontraban a saco en villas bajo el sordo fogonazo de los arcabuces.
Pero a la vez se recibe otra sorpresa: la de estar asistiendo al crecimiento de
una gran ciudad, que expande y busca espacio vital y acomodo; que cruza la
linde de sus murallones y siembra de alegres residencias las zonas playeras que
acogen el mensaje músical de las palmeras mecidas por un tónico viento nordeste
que sopla de la lejanía. Cartagena es asi
una vieja y nueva ciudad tendida sobre una faja de tierra colombiana y
abierta ante un mar que descubre a sus pies toda la rica gama de sus colores e
invita a una amable travesía sobre la cresta de las olas hacía todos los rumbos
que cruza la rosa de los vientos. Sobra tema para el panegirico y la exaltación
de esta ciudad acogedora y nobilísima que todo colombiano de corazón debe
visitar. Más que otra cosa Cartagena de Indias, la hidalga es un museo. Ninguna
otra ciudad de colombia la iguala como relicario colonial. Pozo de historia y
de leyendas, la ilustre villa muestra en la cinta de sus callejas, en el marco
de sus plazas, todo lo que es mas hermoso y bello nos dejaron las edades
préteritas. Sus monumentos de piedras, sus fortines y bastiones han resistido
impasibles el paso de los siglos y hasta la profanación de ciertos piquetes que
en diversas épocas han querido borrar los vestigios de este admirable museo de
la colonia española. El paisaje de cartagena es de una insuperable calidad. Si
usted contempla la ciudad en la mañana desde el cerro de la popa, tiene la
impresión exacta de estar viviendo uno de los mas bellos momentos de la
naturaleza. Sobre la ciudad se vierte a cántaros una limpia y palpitante
luminosidad. El sol cae a plomo, vertical, fustigador y violento, y lo inunda
todo de luz. Apenas unos cendales de nubes viajan por la altura con lento
pasar. No hay exceso en los colores: todos son de una suave transparencia, de
una prístina diafanidad de cristal. Al fondo espejea la bahía, donde la luz se
quiebra como si el sol estuviera rompiendo sobre las aguas una dorada colección
de estrellas. El mar a esa hora inefable de la mañana, es plácido y tranquilo.
Apenas un leve rizado indica la presencia de las aguas que desde lo alto
permite ver sin dificultad la vegetación submarina. Alla la vista se pierde en
la inmensa planicie liquida. No sabria decirse en cierto minuto artistíco de la
mañana, cuál es el azul del mar infinito. se confunden los dos, y apenas con un
esfuerzo superior de la vista se aprecia el temblor de los azules, y puede
advertirse el límite,y la zona que divide casi imperceptiblemente la raya
lejana del horizonte marino. parece que sobre el mar sereno en estas horas se
hubiese derramado el azul imaginable. Usted ve tambien en esta acuarela
enmarcada lujosamente por la naturaleza, tres o cuatro playas de oro bordadas
de palmeras que ponen puntos verdes entre la ciudad y el mar. Vuelan sobre la
bahía los alcatraces, se dibujan tendidas y quietas sobre el espejo musical de
las aguas las blancas velas de las barcas pesqueras. Circulan las brisas
tranquilas por entre la cabellera despeinadas de las palmeras, el paisaje
adquiera una extraña e impresionante belleza de cromo esmaltado, en donde
juegan el azul y el verde y el múrice su eterno juego de las formas y del
color. El aire está saturado de sal y yodo y se mete por la playa y llega hasta
el corazón de la ciudad. El éter está estremecido, esplendente. Se inicia la
mas solemne fiesta solar un proscenio magnifico. Sube un denso vaho tropical
que emerge de la tierra humedecida por el rocio del amanecer. El silencio de
las primeras horas apenas se rompe por el canto lejano de la campana de la
ermita, o por el pitazo sostenido y ronco de la sirena de un barco surto en la
bahía maravillosa. Después se lanza usted a la ciudad, en la hora del tráfago y
del movimiento cuando bajo los arcos de la torre del reloj comienza a rodar
apresuradamente los típicos coches cartageneros o los carros del servicio
público, cartagena enpieza entoces a vivir. Las calles se poblan de una
heterogénea muchedumbre que circula por todas partes. Da asi la impresión de un
puerto común de mar, abierto a todas las inquietudes y a todos los transeuntes.
Las gentes se congregan en las plazas donde se forman las tertulias del medio
dia. se comenta las ocurrencias diarias, hay un inmenso movimiento
circulatorio, se abren las fábricas y almacenes y se advierte en todos el deseo
de laborar con premura. salen y llegan las balondras pesqueras que constituyen
una numerosa flotilla que alza su ameno bosque de mástiles en cuyo tope flamean
risueñas banderitas de colores. El mercado se anima, la gente corre bulliciosa,
hay agitación e ímpetu de vida nueva.
Este tráfago urbano subsiste hasta las cinco de la tarde.
nota: este apunte es colaboración de la escritora Glenia Cárcamo Valdés.
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